“No creo que pueda despertarme por la noche cuando el bebé llore, tengo el sueño muy profundo”, dice una futura madre primeriza preocupada. Este tipo de comentarios es muy habitual antes de convertirse en madre. Sin embargo, luego lo haces y no una, si no mil veces si hace falta. ¿Y qué ha cambiado? ¿De dónde sacamos la energía las madres?
La fuente de energía de las madres es, fundamentalmente, el amor por los hijos; y éste nos permite sacar fuerzas de dónde no creíamos tener para cumplir con las responsabilidades de la maternidad. Los sentimientos maternos tales como de amor, la necesidad de proteger y la preocupación empiezan con reacciones bioquímicas en el cerebro. Al convertirse en madre, la materia gris se vuelve más concentrada y aumenta la actividad en las regiones que controlan la empatía, la ansiedad y la interacción social (conocido también como “motivación materna”) provocado por un tsunami de hormonas. Todo ello por un objetivo de vital importancia: fomentar el vínculo entre la madre y el niño para garantizar la supervivencia del segundo.
Entre los responsables de este cambio en el cerebro de la mujer podría estar la amígdala, cuya actividad crece después del parto y es responsable de impulsar reacciones emocionales como el miedo, la ansiedad. Una amígdala “mejorada” la hace hipersensible a las necesidades de su bebé: una simple mirada a un hijo, activa los centros de recompensa del cerebro de la madre, según varios estudios. Como hemos apuntado en numerosas ocasiones, la oxitocina, conocida como la hormona del amor, también es responsable del vínculo materno-infantil: cuanto más cuide una madre de su bebé, más oxitocina se genera. Un aumento en la oxitocina durante la lactancia podría explicar por qué los científicos han descubierto que las madres que están amamantando son más sensibles a los llantos de sus bebés que aquellas que no dan el pecho.
¿De dónde sacamos la energía las madres?
“¿Cómo puedes con todo?» Es la típica pregunta que se hace a las mamás y que cuesta responder. Las madres tenemos una energía innata que aparece tras dar a luz al primer hijo. La energía es fundamental para el desempeño diario tanto en el trabajo como en el hogar; administrarla bien marcará la diferencia. Una buena organización, gestionar bien el tiempo, aprender a priorizar, una buena predisposición y mucho amor son claves para mantener a raya la energía. Para sentir niveles óptimos de energía, el cuerpo necesita reposo y recuperación; la manera más efectiva es mediante el sueño (se recomienda dormir entre 7 y 8 horas).
Sin embargo no solo durmiendo se recupera la vitalidad, que escasea en muchas etapas de la maternidad, y se logra un equilibrio físico y mental. Hacer ejercicio regularmente y comer cada 3 o 4 horas alimentos ricos en nutrientes, fibra, proteínas, vitaminas y minerales, carbohidratos y grasas saludables también contribuye a tener más energía y, por tanto, a afrontar la maternidad de una manera sana y responsable.
*Foto de Pexels (www.pixabay.com)