Los niños son muy sensibles a las acciones y comentarios de los adultos, especialmente de aquellos a quienes quieren y admiran. De hecho, basan su imagen en las percepciones que reciben de ellos cuando son pequeños. Felicitarles cuando alcancen una meta, valorar sus esfuerzos y compartir su entusiasmo contribuirá a fortalecer su autoestima.
Sin embargo, hay otros momentos en que hay que corregirles una actitud, una acción o un comentario. Llevarlo a cabo sin dañar su autoestima es posible si se hace desde el respeto y el cariño. Una buena manera de hacerlo es dejarles claros qué no se debe hacer y explicándoles los motivos (independientemente de la edad del pequeño), poniendo el acento en la conducta y no “atacando” o criticando al niño. Por ejemplo, “no debes chillar porque despiertas a tu hermano pequeño” en lugar de “¡qué malo eres!».
Cabe destacar que los más pequeños se toman las frases en un sentido literal por lo que es preciso elegir bien las palabras que se utilizan a la hora de dar explicaciones o corregir actitudes. Palabras que nos ofenden a los adultos pueden ser devastadoras para los más pequeños.
Se deben evitar los correctivos basados en el chantaje, las amenazas, la humillación y/o negando o condicionando el amor. Tampoco es recomendable comparar a un hijo con otro porque esto solo creará rivalidad entre ellos y resentimientos.
Niños emocionalmente sanos
La manera en que los adultos se dirigen a sus hijos, les marcará de por vida. Así como también lo hará el cariño que se profesen mutuamente.
Para que los niños crezcan emocionalmente sanos y felices conviene desterrar del vocabulario las frases y palabras negativas que producen sentimientos de culpa, miedo u odio y no usar etiquetas para definirlos (tímido, vago), ya que esta información queda grabada en su mente y contribuirá a perfilar el concepto que tendrán de ellos mismos. Un exceso de halagos y/o una actitud perfeccionista, exigiéndoles demasiado podría afectar a su tolerancia a la frustración, por ejemplo. Todo ello condicionará su comportamiento y le crearán sentimientos de inseguridad.
Los pequeños van construyendo su personalidad poco a poco: la conducta de los adultos y la manera en cómo se comunica con ellos influirá en su forma de ser. Por tanto, ¡hay mucho en juego!
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