La maniobra Kristeller es un procedimiento que algunas matronas o ginecólogos han usado históricamente (también en nuestros días) para facilitar/acelerar el trabajo de parto. Sin embargo se trata de una maniobra no exenta de riesgos y cada vez tiene más detractores.
¿En qué consiste?
Se trata de un método implantado en el siglo XIX por el ginecólogo alemán Samuel Kristeller cuyo objetivo era, supuestamente, lograr un parto más rápido y efectivo. Consiste en que ya sea la matrona o el ginecólogo utiliza sus manos o antebrazo para presionar la zona de debajo del pecho, donde se ubica la parte superior del útero, en el preciso instante de la contracción para “empujar” al bebé y acelerar, así, la fase del expulsivo.
Algunos ginecológos o matronas solo utilizan esta herramienta en casos muy concretos como, por ejemplo, cuando la fase de expulsivo es muy prolongada y el bebé o la madre están en peligro o, cuando ésta se encuentra muy débil y no puede empujar lo suficiente para que el parto natural prospere. Sin embargo, con los años se ha puesto en entredicho su efectividad tras la realización numerosos estudios que indicaron que la duración del nacimiento era igual tanto si se practicaba dicha maniobra como si no se usaba.
En nuestro país, la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (también conocida como SEGO) está en contra de usar la maniobra de Kristeller en casi todos los supuestos y recomienda respetar los tiempos de cada madre. En la mayoría de los casos solo se permite su uso en la segunda fase del parto, cuando la cabeza del bebé ya está encajada.
A pesar de ser una práctica desaconsejada por la OMS, la organización son ánimo de lucro, el Parto es Nuestro, denunció en 2014 que se utilizaba en uno de cada cuatro partos y que el 90% de las madres denunciaron que la habían practicada sin sus consentimiento.
Además, se ha podido demostrar que no es una práctica segura ni para la madre ni para el pequeño por lo que los expertos han pasado a desaconsejar dicha práctica y algunos países como Inglaterra la han prohibido.
Como alternativa a este procedimiento, se recomienda aprovechar la ley de la gravedad cuya presión natural puede ayudar y acelerar el trabajo del parto de manera respetuosa. Para poder valerse de esta opción es preciso que se suministren dosis bajas de epidural, una opción es la conocida como Walking epidural, o que no se administre anestesia para ser capaz de aguantarse de pie.
Riesgos de su práctica
El hecho de forzar la salida del bebé desde el exterior conlleva riesgos tanto para el pequeño como para la madre especialmente si se practica con excesiva fuerza: desprendimiento de placenta, desgarro en el periné o rotura uterina o de costillas y traumatismos neonatales tales como fractura de clavícula, hematomas o dificultades respiratorias. Todas ellas dolencias que pueden resultar graves y son fácilmente evitables si no se practica esta maniobra.
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