Un nuevo estudio revela que la forma en la que los adultos se dirigen a sus hijos tiene un impacto directo en el desarrollo del cerebro del niño. No basta solamente con hablarles para ayudarles a que mejoren sus habilidades del leguaje, lo realmente importante es conversar con ellos, respetar los turnos y, sobre todo, escucharles.
Los científicos del Massachusetts Institute of Technology (MIT) llegaron a la conclusión de que la manera de hablar a los pequeños cambia su cerebro. Este nuevo hallazgo fue el resultado de una investigación con niños de 4 y 6 años después de analizar las grabaciones que los pequeños recogieron en sus casas y realizar una serie de pruebas tales como escáneres cerebrales. De ese trabajo se extrajo que los niños que mantenían conversaciones diarias con sus familiares gozaban de habilidades lingüísticas y mayor actividad cerebral, independientemente de la educación o ingresos de los padres.
«Lo realmente novedoso de nuestro trabajo es que proporciona la primera evidencia de que la conversación familiar en el hogar está asociada con el desarrollo cerebral en los niños. Es casi mágico cómo la conversación entre los padres parece influir en el crecimiento biológico del cerebro», dice John Gabrieli, profesor del departamento de Ciencias de la cognición y la mente y autor principal del estudio. Y es que mantener una conversación requiere habilidades cognitivas más complejas que escuchar o hablar como, por ejemplo, la compresión, anticipación y razonar.
Dicha investigación también recoge la importancia de los turnos de conversación: respetarlos no siempre es fácil y más si tenemos en cuenta que los pequeños suelen ser impacientes. A más turnos guardados durante una charla, más puntuación obtuvieron los niños que participaron en este proyecto. Además, pudieron demostraron, gracias a la realización de escáneres cerebrales, los beneficios de contar cuentos. La actividad en el área de Broca, la zona del cerebro involucrada en la producción del habla y el procesamiento del lenguaje, aumentaba durante la escucha de historias. Esto tuvo mucho más impacto que, por ejemplo, escuchar un determinado número de palabras. Durante los años 90, un estudio estableció que los niños de las familias más ricas escuchan cerca de 30 millones de palabras más a los tres años que los pequeños de las familias más pobres. Según los investigadores esto tenía incidencia en las oportunidades laborales futuras. Sin embargo, este último estudio asegura que la cantidad de palabras adultas no tiene dicha repercusión para la función cerebral. Lo que realmente importa es la calidad de las conversaciones.
Tras publicar estas conclusiones, los científicos del MIT destacaron la importancia de cuidar las relaciones humanas y la interacción social como factores cruciales en el desarrollo de un niño, especialmente en el mundo digital actual. Hoy en día existen muchos juguetes educativos y aplicaciones diseñadas para estimular a los más pequeños para que desarrollen el lenguaje. Sin embargo, nada es más eficaz para lograr este cometido que el compromiso social y la vinculación afectiva desde edades muy tempranas, incluso cuando el bebé empieza a balbucear se pueden tener “conversaciones” con ellos. Y es que los bebés aprenden por imitación, especialmente, de los adultos a los que tienen más apego. Las canciones y los mimos son herramientas educativas mucho más efectivas que las aplicaciones y juguetes más sofisticados.
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