El amor es una necesidad. El vínculo de afecto y el cariño que recibe un hijo, especialmente durante los primeros meses de vida, marca el desarrollo de su cerebro.
Un estudio realizado por los neurólogos de la Universidad de California (UCLA, en Estados Unidos) hace unos años corrobora esta máxima. En la resonancia magnética puede verse dos cerebros de niños de la misma edad, de 3 años, con un tamaño muy distinto. La razón de tal notoria diferencia entre uno y el otro es la falta de atención y cariño durante la infancia, y no una enfermedad como podía pensarse. Aquel niño que recibió amor, seguridad y tuvo un hogar estable tiene el cerebro de mayor tamaño (imagen en la izquierda); mientras que el pequeño que se crió en una familia desestructurada y que sufrió negligencia extrema (imagen de la derecha), lo tiene considerablemente más pequeño.
¿Qué ocurre con el niño que recibe cariño?
Aquel niño que recibió todo el afecto que necesitaba tendrá un cerebro sano, empatizará y podrá establecer relaciones sociales adecuadas. La inteligencia también se ve afectada por el cariño recibido durante los primeros meses de vida ya que cuando se estimula mediante afecto, se aprende más. Por tanto, un niño que es amado por sus padres desarrollará un cerebro más grande y sano.
¿Qué ocurre con el niño que no recibe cariño?
El cerebro del niño que no recibió la atención que necesitaba no se desarrollará de la manera correcta y contiene más áreas oscuras y borrosas. Además, este niño es más propenso a desarrollar problemas mentales, a tener problemas de aprendizaje, problemas afectivos y emocionales y otros serios relacionados con la salud.
Según los investigadores, cuanto más grave es el abandono de la madre, más pronunciado puede ser el daño cerebral. Si todo esto fuera poco, los neurólogos que realizaron dicho estudio dudan de que el niño con el cerebro más pequeño pueda convertirse en un adulto completamente funcional y bien adaptado. Esto se debe a que algunas de las áreas clave en el cerebro necesarias para procesar funciones como la empatía, el pensamiento inteligente y el pensamiento racional no se han desarrollado correctamente.
Se trata de la primera vez que investigadores han podido evidenciar que la crianza en el desarrollo temprano de un niño tiene efectos causales reales sobre el tamaño del cerebro en los bebés. El profesor Allan Schore de UCLA explicó que los bebés dependen de un fuerte vínculo con sus madres para el desarrollo saludable del cerebro. Además, revela que las neuronas crecen en los primeros meses de vida en función de la interacción del bebé con su madre o la persona que le cuida y que el cerebro reaccionará de una u otra manera dependiendo de esta relación. De ahí, que el estudio ponga el acento en la importancia del vínculo paterno-filial, y a la estimulación del cerebro mediante el cariño.
* Foto distribuida por la Universidad de California (UCLA, en Estados Unidos).