El parto es un momento crucial en la vida de cualquier madre y está marcado por la ilusión pero también por miedos e inseguridades. Durante mucho tiempo, las madres han mirado con cierto recelo la práctica de la cesárea por varios motivos. El primero, por no poder traer al mundo a su hijo de manera natural (hecho que puede llegar a frustrar y entristecer). Otro motivo era la creencia de que si el primer hijo nacía a través de esta intervención quirúrgica, el resto de ellos nacerían de la misma manera. Esto no tiene por qué ser así. Es posible tener un parto vaginal tras una cesárea (PVDC). Es más, la mayoría de mujeres que intentan un PVDC terminan dando a luz por vía vaginal sin complicaciones.
¿Por qué intentar un PVDC?
Antes de plantearse un parto vaginal después de cesárea hay que informarse de los riesgos y beneficios tanto para la mujer como para el bebé. Para ello, es preciso valorar junto con el obstetra o ginecólogo cada caso en particular.
Como ya hemos apuntado en varias ocasiones, son muchas las ventajas del parto natural frente a la cesárea. La recuperación del parto suele ser más rápida y menos invasiva para el cuerpo. La cesárea es una cirugía mayor. Pero recordemos que las cesareas a veces son necesarias y salvan vidas. En el caso de parto después de cesárea, lo más grave que puede surgir es la rotura del útero durante las contracciones de parto. Para la madre implicaría principalmente un riesgo de hemorragia y de sufrir histerectomía (operación quirúrgica que consiste en extirpar el útero total o parcialmente). En cuanto al bebé, puede conllevar a la muerte fetal si no se actúa rápido (la incidencia es muy baja).
El riesgo de que se produzca una rotura uterina ronda el 0,2-1% en los partos atendidos en hospitales (es difícil conocer con certeza el porcentaje de los partos realizados en casa).
Sin embargo, hay diferentes factores que pueden afectar como, por ejemplo, el número de cesáreas realizadas con anterioridad y el tipo de corte en el útero. Si el período entre partos es superior a 18 meses y se ha tenido un parto vaginal previo, el riesgo de rotura de útero desciende.
Con el fin de minimizar las posibilidades de sufrir esta dolencia es importante reducir el riesgo de complicaciones en un parto natural, esto es, intervenir lo menos posible,evitando las inducciones con prostaglandinas y oxitocina sintética y permitiendo libertad de movimiento a la madre en el proceso de parto.
Como hemos apuntado en varias ocasiones, el parto vaginal conlleva una serie de beneficios para la madre y el bebé que compensan el riesgo –muy improbable- de una de rotura de útero.
Sin embargo, es preciso estar acompañado por un equipo médico capaz de realizar una cesárea de urgencia si existe riesgo para la mamá o el bebé.
Los riesgos de la cesárea tras una cesárea
Por lo general, en una cesárea hay más riesgo de morbilidad neonatal y mortalidad materna que en un parto natural. Además, estos riesgos aumentan considerablemente si la nueva cesárea se realiza tras varias cirugías de este tipo.
Sin embargo, el riesgo de rotura de útero en el caso de tener dos o más cesáreas es ligeramente superior pero presenta el mismo grado de mortalidad que en los partos con una sola cesárea. Por lo tanto, no hay motivos para desaconsejar intentar un parto vaginal tras una cesárea ya que conlleva menos riesgos.
No podemos olvidar tampoco el componente emocional que produce el simple hecho de haberlo intentado. Y más si tiene,os en cuenta que la mayoría de intentos de PVDC terminan con éxito. Y esto, para muchas mujeres, significa sentirse satisfechas, completas y plenas por haber podido dar a luz a su bebé de manera natural.