Los primeros años de vida implican una gran cantidad de aprendizaje en todos los aspectos de la vida, también a nivel emocional. Su desarrollo evoluciona con el crecimiento, sin embargo no se produce en todos los niños igual ni al mismo tiempo. Es decir, no todos los pequeños de una determinada edad comparten las mismas cualidades, como en otros muchos ámbitos del crecimiento. Existen una serie de factores como el amor que recibe, la atención, la manera en que sus progenitores le hablen, la predisposición genética y el comportamiento de estos respecto a su hijo que influyen directamente en el desarrollo emocional de los más pequeños de la casa.
Los estados emocionales del bebé
Durante los primeros tres meses de vida, el llanto se convierte en el mejor «aliado» del bebé: se trata de la primera forma de comunicación, es algo innato en él. No tiene alternativa, sólo se puede comunicar llorando. De hecho es la base del desarrollo emocional del niño, la primera manera de relacionarse con los demás.
La sonrisa es otra de las emociones que primero aparecen. Lo hace en primer lugar de manera espontánea y natural como respuesta del sistema nervioso que aparece, especialmente, mientras el bebé duerme, de ahí a que no se considere una emoción propiamente dicha. Sin embargo, alrededor de los tres meses, el pequeño aprende a reír/sonreír (es lo que se conoce popularmente como la sonrisa social): se trata de otro avance importante en la escala de su desarrollo.
Los pequeños comienzan a percibir diferentes emociones en los que les rodean durante el primer año de vida. Numerosos estudios han demostrado que los bebés de hasta 4 meses de edad discriminan varias de ellas. La tristeza, la alegría, el enfado o el miedo son algunas de las primeras emociones que muestran los bebés. Entre los 4 y los 6 meses, los pequeños cambian con mucha facilidad de estado de ánimo, siendo sensibles también a los cambios en los tonos emocionales de la voz de los que adultos que les rodean. A partir de los 8 meses aproximadamente empiezan su etapa más vulnerable a las emociones de otros niños: se “contagian” los lloros, las risas.
Un pequeño de pocos meses de edad no siente envidia ni orgullo. Este tipo de emociones aparecerán a partir de los 15 meses. Entre los 2 y los 3 años, los niños suelen hablar de emociones, son capaces de reconocer las emociones y catalogarlas en si son «positivas» o «negativas», además, las utilizan para describir cómo se sienten ellos o los que les rodean.
La rapidez con la que los pequeños desarrollan la comprensión emocional refrenda la máxima de lo importantes que son los primeros años de vida para su desarrollo hace hincapié en la importancia de las emociones en su crecimiento personal.
Sus referentes emocionales deben ayudarles a poner palabras a su emoción para que puedan ir entendiendo lo que les ocurre. De esta forma serán poco a poco capaces de entenderlas, aceptarlas y gestionarlas. Un trabajo que les llevará toda la vida pero que mejor que tener una buena base..
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