El yodo es un oligoelemento esencial para la síntesis de las hormonas tiroideas y éstas, a su vez, son imprescindibles para el desarrollo del cerebro del feto durante el embarazo y también en la vida postnatal. En la glándula tiroides se almacenan las tres cuartas partes del yodo que contiene el cuerpo humano. Este elemento químico se encuentra básicamente en el agua de mar, en las rocas, en el suelo, en las algas y en algunos alimentos tales como el pescado y los mariscos y su déficit puede acarrear problemas de salud.
Riesgo de escasez de yodo durante el embarazo
Las personas con mayor riesgo de no tener la cantidad adecuada de yodo son las mujeres embarazadas y los niños. Además, la mayoría de gestantes de nuestro país desconocen las consecuencias de una baja ingesta de yodo. Para entender mejor su importancia hay que empezar hablando de la tiroxina, una de las hormonas producidas por la tiroides que juega un papel importante en el estado de ánimo, en la energía y ayuda a mantener un peso saludable. Por si ello fuera poco, también resulta esencial para la maduración cerebral del feto y en los primeros años de vida.
Los niños cuyas madres no consumieron el yodo suficiente durante el embarazo desarrollarán un cociente intelectual más bajo que aquellos cuyas madres sí cubrieron esa necesidad, según un estudio. Desde la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) destacan que incluso una deficiencia leve de yodo pone a los pequeños en riesgo de “deterioro de la función neurocognitiva y de sufrir limitaciones en cuanto a su potencial cognitivo”. Según los expertos en algunos países de Europa hasta el 50% de los recién nacidos están expuestos a una carencia leve de este elemento.
Si, por el contrario, la deficiencia es grave, se producirán daños irreversibles en el cerebro del feto. El riesgo aumenta si hablamos de bebés prematuros debido a que estos se ven privados antes de lo previsto de la fuente materna de hormonas tiroideas; además al nacer de manera prematura su glándula no está lo suficiente madura y, por tanto, no ha podido acumular la cantidad de yodo que necesita. Cabe destacar que las consecuencias de la deficiencia de yodo suelen ser más graves si se produce durante los primeros dos trimestres del embarazo.
¿Cómo prevenir la deficiencia de yodo?
Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) realizado en 2003 señaló que el déficit de yodo era la principal causa evitable de daño cerebral y retraso cognitivo en todo el mundo. Es importante destacar que prevenir la deficiencia de yodo es posible gracias al consumo de alimentos enriquecidos.
El consumo recomendado para mujeres embarazadas y durante la lactancia es de 250 microgramos por día, mientras cualquier adulto que no se encuentre en estado debe consumir alrededor de 150, según los expertos. La fórmula más común para aumentar los niveles de yodo es el uso de sal yodada y el consumo de productos naturales, como pescado de mar (evitar aquellos río o piscifactoría muy pobres en yodo), mariscos y lácteos. Los expertos recomiendan evitar los suplementos yodados debido al alto contenido de este elemento que puede producir el efecto contrario: un exceso de yodo que podría ocasionar problemas con la glándula de la tiroides. Es importante consultar con el médico si se tienen dudas al respeto y pedir que se realicen los controles oportunos para evitar este déficit de yodo.
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