Los despertares nocturnos de los bebés son normales ya que a lo largo de la historia de la humanidad era la única forma de asegurar la cercanía de la madre y por tanto la protección frente a los posibles depredadores. Un bebé que durmiera 6 horas seguidas, estaria más expuesto a que le pudiese atrapar algún animal, frente a un bebé que se despertara cada hora asegurando la cercanía de sus progenitores y por lo tanto su supervivencia.
Hoy día no suceden estas cosas, no se duerme en cavernas, pero la huella de miles de años sigue presente en el cerebro del niño.
Además influyen otros factores. En una entrada anterior, nos centramos en el sueño del recién nacido, donde se informaba de las fases de sueño que tienen los bebés nada más nacer, recordemos, son dos: fase REM y de sueño tranquilo. Un 80% del sueño de un bebé está compuesto por fase REM porque es la encargada del aprendizaje, de recolocar todo lo vivido en el cerebro.
Volviendo a las fases por las que va pasando, a partir del primer trimestre de vida su sueño es circadiano, secuencial e inestable:
- Circadiano: a partir de los 4-6 meses el bebé ya es capaz de diferenciar el día de la noche. Muchos bebés, alrededor de los 7 meses, hacen un par de siestas diurnas y por la noche tiene un período de sueño más o menos largo. El número total de horas de descanso se concentra entre 10 y 15 horas. Cada bebé tiene su ritmo, así que estos datos son variables.
- Secuencial: su sueño empieza a parecerse al de un adulto, tiene sus mismas fases, y puede unirlas con más facilidad disfrutando de períodos de sueño de más de un ciclo.
- Inestable: el sueño del bebé en esta etapa (entre los 4 y 7 meses) es más inestable que al principio. El bebé necesita adaptarse a las nuevas fases y sufre más despertares de forma frecuente. Esta época es especialmente dura para muchos padres porque el sueño del bebé es muy ligero. Por suerte, el niño puede volver a conciliar el sueño con más probabilidad si sienten cerca a los padres.
- Entre los 12 y los 24 meses los bebés además sufren muchos cambios a nivel motriz y emocional, y por lo tanto su sueño se ve también afectado. Sienten la necesidad de explorarlo todo y evitan caer en el sueño.
Para que aprendan a regular esa «ansiedad», se debe calmar al niño antes de irse a dormir. Se puede hacer el camino del sueño con cuentos, nanas y actividades tranquilas para que perciban el sueño de una forma agradable y acompañada. Cuando consiguen conciliar el sueño y alcanzan la fase REM (cuando sueñan), pueden ser normales las pesadillas y terrores nocturnos.
El motivo por el cual pueden aparecer estos trastornos del sueño es porque esta etapa conlleva muchos aprendizajes para el niño: comienza la alimentación complementaria, aprenden a caminar, alrededor de los 2 años y medio se produce laretirada del pañal, se encuentran inmersos en el inicio del habla…que les genera grandes retos a todos los niveles.
Con los adultos pasa lo mismo, no se duerme igual cuando hay mucho movimiento y agitación.
Los bebés, a parte de estar en plena explosión de los sentidos y a nivel psicomotriz, también tienen que aprender a pasar de una fase del sueño a otra e ir reduciendo poco a poco los despertares nocturnos. Unos despertares que pueden llegar a desesperar a cualquier padre (hasta 10 despertares pueden ser normales e incluso con la posibilidad de que se desvelen más de una hora cada noche).
Es importante comprender que el sueño es un proceso evolutivo, los bebés nacen sabiendo dormir y van desarrollando y adaptando esta actividad según la edad, su experiencia y adaptación al mundo. Si se entiende la evolución natural del sueño del bebé se le puede ayudar a evolucionar correctamente, sin necesidad de provocar llantos ni malestar en la familia.
Algunos padres optan por el colecho para descansar todos más y mejor. Un acompañamiento precioso con el fin de que vayan ganando confianza y seguridad para dormir por sí mismos. Lo harán, poco a poco, pero lo conseguirán. Paciencia, comprensión, apoyo y mucho amor, son las claves del éxito. Los método conductistas pueden hacer mucho daño psicológico y emocional.