Qué son y cómo aparecen los reflejos primitivos
Los reflejos primitivos constituyen una de las primeras formas de autoconocimiento de nuestra especie. A través de ellos, un bebé aprende a relacionarse en términos de espacio, resistencia, miedo o placer, entre otros.
Este tipo de movimientos, que se realizan automáticamente, tienen su origen en el tronco encefálico, la parte de nuestro cerebro más primitiva. Se producen sin la intervención de la corteza, que es el tejido nervioso encargado de la percepción, el pensamiento o la decisión. Estos movimientos rítmicos, que responden a un estímulo sensorial, permiten al bebé succionar, aprender a gatear o a caminar. La presencia de éstos es un indicio de un buen desarrollo funcional y neurológico.
Gracias a ellos, un bebé recién nacido por ejemplo es capaz de alimentarse utilizando el reflejo de succión, lo que le permite sobrevivir.
Con respecto a la lactancia, según los estudios llevados a cabo por Suzanne Colson, enfermera, comadrona e investigadora, parece ser que intervienen otros reflejos primitivos neonatales que van más allá de la búsqueda, succión y deglución. De acuerdo con las grabaciones para su tesis doctoral, la posición de la madre al dar el pecho podía estimular este tipo de reflejos. Asimismo, el contacto visual entre la madre y su bebé permitía el desarrollo de una conducta maternal innata.
Aunque aún se necesitan más estudios al respecto, todo parece indicar que el número de reflejos primitivos existentes es mayor de los que conocemos en la actualidad. De igual modo, los instintos para llevar a cabo determinadas acciones aparecen también de manera natural en la madre, y no solo en su bebé.
La integración de los reflejos primitivos
Los reflejos primitivos surgen en el momento en el que son requeridos de manera espontánea. Su duración es limitada, ya que una vez que cumplen la función para la que fueron concebidos deben desaparecer. Esta inhibición o integración en otras funciones de carácter superior en el cerebro facilitará la formación de estructuras neuronales más complejas, al madurar el sistema nervioso. Dicha integración de los reflejos primitivos tiene lugar en los tres primeros años de vida. Esta madurez neuronal da lugar a los reflejos posturales, que permiten al bebé erguirse, caminar y controlar su postura, equilibrio y movimiento. Una vez que son aprendidos, desaparecerán también para que el cerebro pueda seguir evolucionando.Cuando esto no sucede y su presencia de estos se prolonga en el tiempo, puede afectar al desarrollo adecuado de la percepción sensorial, el equilibrio, las habilidades motoras y cognitivas, (malas posturas; problemas de coordinación y equilibrio; dificultad en el aprendizaje y dislexia; problemas de atención, concentración y organización, etc.)
Si la integración no se produce y algunos reflejos se mantienen activos en el niño o niña, puede tener consecuencias a todos los niveles (motóricas, de lenguaje, psicológicas…) pero es posible realizar una terapia de movimientos rítmicos para su correcta integración.
En este trabajo terapeútico, se realizan imitaciones de los movimientos de los bebés logrando la estimulación sensorial necesaria para activar otras redes nerviosas más complejas, lo que permitirá lograr la maduración y, finalmente, la integración de los reflejos primitivos.
Una de las lecturas recomendadas respecto a la integración de reflejos sería: «Terapia de movimiento rítmico» Movimientos de curan. Autor: Harald Blomberg