Cada niño es diferente y se desarrolla a su propio ritmo por lo que nunca se deben forzar las etapas ni comparar a un niño con otro. Que tengan la misma edad cronológica no significa que sus necesidades e intereses sean las mismas. Hay que respetar su individualidad y sus motivaciones intrínsecas para que se produzcan verdaderos aprendizajes. En ocasiones es tan sencillo como ofrecerles espacios seguros y unos pocos objetos de la vida cotidiana. Los juguetes de materiales naturales y no elaborados también dan la oportunidad al niño de desarrollar su creatividad e imaginación además de invitarles a que participen en un desarrollo de juego simbólico más complejo.
Sin emoción, no existe aprendizaje. Aquí está la clave de la importancia del juego como base motivadora y centro neurálgico de la interiorización real y efectiva de conocimientos.
Pero es que además para que un niño desarrolle un juego de calidad, la base emocional es fundamental para la configuración de su estructura mental. Así, un niño que está atendido y con sus necesidades emocionales y psicológicas cubiertas, tiene abiertos ya grandes caminos para lograr aprendizajes efectivos.
Al final, lo más importante en la etapa preescolar es sentirse querido, seguro, apoyado y respetado por su familia y entorno cercano. La seguridad en uno mismo, la confianza, la autonomía, la seguridad van a ser las bases para desarrollarse como personas y como no, estos factores influirán también en su buen rendimiento futuro a todos los niveles, académico también, que duda cabe.
Y es que al final, el vínculo es la base del aprendizaje. Que sus padres y personas que les rodean les dediquen tiempo de calidad es la mejor inversión de vida que se les puede dejar.
Desde esta perspectiva, las escuelas y organizaciones deben centrar todos sus esfuerzos en trabajar en lo emocional y lo psicológico. Quizás no necesitan fichas, necesitan moverse en libertad en espacios seguros con materiales sencillos que potencien la autonomía y la creatividad.
Los niños necesitan sentirse queridos, acompañados y capaces para poder establecer una base firme de cara a los retos que les deparará poco a poco la vida adulta.