“Los terrores nocturnos son, junto con las pesadillas, las alteraciones del sueño más frecuentes que se producen en niños. Los terrores nocturnos son una alteración de la fase de sueño profundo, la que se produce mayoritariamente durante las primeras horas de la noche y en general suceden cuando se presenta una alteración al pasar de esta fase de sueño profundo a una fase más ligera. Las pesadillas en cambio son sueños desagradables que suceden en la fase REM del sueño y como esta fase es más frecuente durante la segunda mitad del sueño nocturno es entonces cuando más tienden a manifestarse.” Lo explica la prestigiosa psicóloga y experta en psicología clínica infantil y juvenil Rosa Jové en su best seller Dormir sin lágrimas(La esfera de los libros, 2006). En este libro, su autora detalla las fases del sueño y el proceso de descanso de los bebés y niños; así como recomienda incorporar métodos para dormir que garanticen el mejor descanso posible del bebé.

Diferencias entre terrores nocturnos y las pesadillas

La principal diferencia entre el terror nocturno y una pesadilla es que durante el primero el niño está completamente dormido –aunque parezca lo contrario-. Por tanto, no reaccionará a las palabras, ni a los abrazos para consolarle, ni reconocerá a los padres. Los primeros son producidos por la “incapacidad de aligerar ese sueño profundo que se produce durante la primera mitad de la noche”, explica Jové. Según la psicopedagoga catalana, los terrores nocturnos suelen aparecer entre los seis o siete meses de edad, cuando el bebé ya ha adquirido todas las fases del sueño.

Sin embargo, es más frecuente que se manifiesten entre los dos y los cinco años y raramente se repetirán en la adolescencia (el sueño conforme crecemos es menos profundo).

¿Cómo identificar los terrores nocturnos?

Los terrores nocturnos aparecen durante las cuatro primeras horas de descanso, que es cuando se produce el sueño profundo. El niño se incorpora (pudiéndose levantar incluso) agitado, en ocasiones acompañado de llantos y con la mirada fija pero sin mirar nada en concreto. Estos episodios suelen durar entre 10 y 20 minutos y al finalizar pueden quedarse dormidos o desvelarse.

Es importante matizar que esta alteración del sueño es inocuo para el bebé o el niño, sí pueden resultar angustiosos para los padres (los niños no recordarán este episodio al día siguiente).

Los bebés y niños de alta demanda (BBAD) son más propensos a sufrir este tipo de episodios desde edad muy temprana. La falta de descanso físico durante el día, el retraso excesivo de la hora de irse a la cama y el estrés son los detonantes más frecuentes. Algunos niños llegan a la noche excesivamente cansados, irritados e incluso acelerados a la cama.

Cómo actuar ante un terror nocturno

La experta en el sueño infantil recomienda no intentar despertar al niño –podría romper su ciclo de sueño- ni intentar cogerle, en ocasiones, pueden rechazar el contacto físico. Y ante todo, actuar con tranquilidad y calma, con palabras tranquilas y caricias.

Cómo prevenir los terrores nocturnos

El consejo de Jové para evitar los terrores nocturnos es acostar a los niños descansados y tranquilos. Como hemos comentado anteriormente, este trastorno del sueño se agravan con el estrés y el excesivo cansancio. Respetar las siestas durante el día y evitar las actividades que alteran al pequeño antes de irse a dormir pueden ayudar a prevenir los terrores nocturnos. La psicóloga catalana receta calma y tranquilidad para un mejor descanso.

* Más info en el libro «Dormir sin lágrimas» de Rosa Jové (La esfera de los libros, 2006)

*Para saber más sobre el sueño infantil, os dejamos el acceso a un curso de Alvaro Soler sobre el sueño infantil: https://escuela.bitacoras.com/curso/sueno-la-infancia/ref/104

** Foto de dagon (www.pixabay.com)