“Son cosas de niños, ¿o de adultos?”

Nina iba a clase de 4 años; era una niña como otra cualquiera. Muy activa, simpática y graciosa. Tenía el pelo por los hombros, castaño y los ojos negros. Era de estatura como cualquier otro niño de su clase. Siempre saludaba por las mañanas a sus profesores y compañeros con una dulce sonrisa.

Un día en la clase de Nina, la profesora, Catalina, preguntó a sus alumnos: -A ver chicos, ¿qué cenasteis anoche?

-Tú, Mario, ¿qué cenaste? -preguntó Catalina.

-¡Yo cené sopa! y de postre un yogur de chocolate -contestó Mario.

-¿Y tú, Sara?

-Yo cené anoche salchichas con ketchup y de postre una gelatina de fresa-contestó Sara. Y así fueron de uno a uno hasta llegar a Nina, que respondió:

-¡Yo cené una tortilla francesa, seño! ¡Y de postre teta!

Las risas y carcajadas de sus compañeros se escuchaban en todo el edificio con algún “¡teta, teta, Nina toma teta, es un bebé!”

La cara de la seño Catalina tampoco fue muy cómplice de Nina, tenía una medio sonrisa mientras sus compañeros de clase reían. Nina no sabía qué pasaba, se sentía avergonzada pero tampoco sabía muy bien por qué…su cara en este momento era más bien roja y con semblante triste.

La profesora Catalina, cuando todos sus compañeros dejaron de reír dijo:

-Bueno Nina, ¿no crees que con 4 años ya no deberías tomar teta?

Nina estaba cada vez más roja y más triste, no sabía qué contestar, agachó su pequeña cabeza y no dijo nada. La profesora Catalina quiso cambiar el tema.

-Bueno chicos, es hora de irnos a casa, ¡vamos al patio a esperar que vengan nuestros papás y nuestras mamás!

Nina salió ese día de las primeras, no quería estar en el cole, no había entendido qué pasaba, ella era feliz tomando la teta de su madre, era una niña como otra cualquiera y no quería que la llamasen bebé.

Al salir de clase, su madre, Inma, la esperaba contenta y con los brazos abiertos como otro día cualquiera; Nina se abrazó a su madre fuerte y sus ojos negros se inundaron de lágrimas.

-¿Qué pasa, Nina? ¿Estás bien? – preguntó asustada Inma.

-¡Vámonos, mamá! -contestó Nina entre lágrimas.

Subieron al coche, Nina no podía parar de llorar y su madre Inma no podía entender que estaba pasando. Estaba preocupada.

-Nina, cariño, tranquila ¿qué pasa? Sino me cuentas qué pasa tendremos que volver al cole y tendré que preguntarle a Catalina qué ha pasado hoy.

Nina se tranquilizó y camino a casa en el coche le contó a su madre lo que había pasado en el colegio ese día.

A Inma, solo se le pasaban cosas feas por la cabeza, quería ir al colegio, decirle dos palabras a la profesora y a las madres de todos esos niños que se habían reído de su hija. Contó hasta diez, se tranquilizó, pensó en su hija y paró el coche a la derecha cuando tuvo oportunidad, se sentó con ella en el asiento trasero y le dijo:

-Nina, cariño, algunos niños no saben lo que es la teta de su madre porque nunca la han tomado, hay niños que por unos motivos u otros toman biberón, otros sí la han tomado pero simplemente han querido tomarla hasta un cierto momento, y otros que como tú la necesitan a tu edad y su mamá no ha querido seguir dándosela y esto último sí que es para ponerse triste, tú no eres ningún bebé, eres una niña, alegre, guapa y sana, Nina, cada niño tiene un ritmo, unos andan antes, otros después, unos como tú ya no llevan pañal y otros sí, mamá ha decidido darte su teta hasta que tú quieras, hasta que tú y yo decidamos, porque ¿sabes que la leche de la teta de mamá es la leche más sana y rica de todas las leches? Le dijo riéndose mientras la abrazaba. A Nina se le escapó una risilla. Y en cuanto a las risas y lo que ha dicho la seño Catalina, no se lo tengas en cuenta, mamá escribirá mañana algo a la seño en la agenda y tú le dirás que quieres que lo lea en tu nombre mañana bien alto en clase, ¿vale? Nina asintió con la cabeza, ya un poco más conforme y feliz.

Al llegar a casa, después de sentarse a comer, Nina se fue a su habitación a jugar, mientras su madre Inma le contaba a su marido, Jorge, todo lo ocurrido. “Estoy triste, enfadada, qué mezclas de sentimientos, Jorge, ¡no es justo!”.

Decidieron escribir por el grupo de madres y padres de whatsapp de la clase lo ocurrido. Inma expuso todo lo que había pasado y algunos se hicieron los ciegos, otros dijeron que lo sentían y que hablarían con sus hijos y otros bastante atrevidos pusieron “ah, ¿pero que aún le das el pecho a Nina?”.

A continuación escribió algo en la agenda y lo guardó en la mochila de Nina.

Al día siguiente al dejarla en clase, Inma le recordó a Nina lo de la agenda, no obstante, le dijo a la seño: – “Catalina, no puedo pararme; llego tarde al trabajo, pero Nina lleva algo en la agenda que le gustaría que leyeses en el nombre de ella, ¡gracias!”

Catalina mandó a sentar a todos los niños, le dijo a Nina que fuese hacía su mesa con su agenda y les dijo a todos los compañeros que iba a leerle algo que Nina quería manifestar.

“Querida profe y queridos compis, ayer me sentí muy triste y mal cuando dije que tomé teta de postre y todos os reísteis de mí, no me sentí apoyada por nadie y me fui triste a casa, mi mamá me dijo que no soy ningún bebé, soy una niña como otra cualquiera y que todos vosotros habréis tomado teta o biberón y que algunos incluso lo seguís tomando y no hay nada de lo que avergonzarse. También me dijo que cada niño lleva un ritmo, unos andan antes, otros después, unos dejan el pañal antes, otros aún lo llevan y unos toman aún teta, como yo, y otros no. No me gustaría sentirme nunca más como me sentí ayer y ah! otra cosa! La leche del pecho de mi madre es muy sana y rica!” Mientras Catalina leía todo esto, no hacía más que tragas saliva, mientras tanto Nina, miraba hacia abajo tímida pero con una leve sonrisa.

Al terminar Catalina les dijo a todos los compañeros, “Nina se merece un aplauso”. Todos aplaudieron a Nina y Nina alzó la cara y sonreía, esa sí era su sonrisa de siempre. Al terminar los aplausos, la profesora dijo, ahora todos les debemos una disculpa a Nina, no podemos juzgar a nadie ni debemos de reírnos porque todo lo que he leído es totalmente cierto, todos los niños y niñas tenemos un ritmo, y el pecho de una madre es algo muy sano de lo que nunca hay que avergonzarse de tomar, ¿queréis pedir disculpas a Nina?. Todos los compañeros se levantaron corriendo, abrazaron a Nina y le dijeron que lo sentían. Menos alguno que se hizo el remolón. Nina no cabía en sí misma de lo contenta que estaba, mi mamá es la mejor del mundo, pensaba por dentro.

Al salir al patio sus amigos y ella jugaban con los muñecos, unos jugaban a darles el biberón, otras a darle el pecho, pero lo más importante, todos jugaban como niños felices.

Al salir ese día del cole Catalina le pidió disculpas a Inma, había cometido un error. Nina salió contenta ese día, y para ella, eso era lo más importante, la felicidad de su hija entre la diversidad de todo un mundo lleno de personas totalmente diferentes.

Autora: Carmen Jiménez Toro

La autora participaba en un sorteo de la camiseta Amarsupiel de la Asociación de Lactancia Los Niños de Carmen, cuya fundadora es Carmen Rodríguez, la Presidenta de Matronas de Andalucía.

Simplemente GRACIAS por este regalo maravilloso para todas las madres.