La primera necesidad de un niño es sentirse querido. Además de ser atendido, necesita de vínculos seguros y apego para su correcto desarrollo, especialmente desde el punto de vista emocional. Cuando hablamos de “padres ausentes” no sólo nos referimos a aquellos que no están presentes en el día a día; hay padres y madres que están cerca físicamente de sus hijos, pero muy lejos emocionalmente. La desaparición de la figura de apego puede tener también un carácter psicológico, es decir, se pueden estar satisfaciendo las necesidades físicas pero no las emocionales.

Un “padre ausente” es también aquel que no desarrolla un rol de mentor, que no acompaña a su hijo, que no le ofrece seguridad y estabilidad ni al pequeño ni a la familia. La falta de tiempo, los horarios interminables de trabajo y los quehaceres cotidianos hace que los progenitores no consigan conectar de verdad con sus hijos. Pocos se imaginan que su comportamiento puede tener graves efectos en el niño, empezando porque no se creen vínculos seguros y efectivos entre progenitor e hijo.

Madre ausente

Tradicionalmente la figura de apego más fuerte es la de la madre, este vínculo tan especial suele empezar inmediatamente después del parto. Al hecho de llevar al bebé dentro durante 9 meses, más la experiencia del parto, se une el hecho de que, normalmente, es la mujer la que se encarga de los cuidados del pequeño durante las primeras etapas de la vida. Una conexión especial que propicia el desarrollo afectivo del pequeño. No obstante,  cabe destacar que la existencia de varias figuras de apego favorece un ambiente de adaptación más adecuado para el correcto desarrollo afectivo del niño.

Dicho esto, no todas las madres tienen las herramientas emocionales necesarias para poner en práctica una maternidad sana. Cuando la mamá es fría, inaccesible o ausente deja una huella en el cerebro de su hijo, quien puede desarrollar un sentimiento de rechazo que hace que se sienta solo. Esta soledad se traduce en una serie de sentimientos y comportamientos.

Efectos de tener una madre ausente

Una madre ausente hace que el niño carezca del pilar fundamental para crecer emocionalmente y no aprenda las habilidades sociales necesarias para poder solucionar sus problemas. La ausencia prolongada de una figura materna puede traer consigo consecuencias importantes en el desarrollo del niño como:

– baja estabilidad emocional

– ansiedad

– tristeza y/o depresión

– sentimiento de rechazo

– provocar trastornos de sueño y en la alimentación

-baja autoestima

-dependencia afectiva y bloqueo de los sentimientos

-miedo a estar solos

Hay estudios que apuntan que aquellos pequeños con carencias emocionales son más propensos a enfermar. Estos problemas pueden reflejarse también en la edad adulta y pueden requerir la ayuda de un especialista para superar el duelo de la ausencia y los sentimientos de abandono.

Recomendaciones

La presencia activa de la madre y del padre es esencial en el desarrollo del pequeño. Por ello es muy importante dedicar tiempo de calidad a crear y fortalecer un vínculo afectivo sano, dándoles la atención y cariño que precisan, interesándose por sus cosas y demostrándole con palabras y con hechos que son queridos.

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