La clave de esta metodología se basa en el respeto mutuo y no en el castigo.

¿Qué es la disciplina positiva?

Quizá no os suene el nombre de Jane Nelsen, pero seguro que habéis oído hablar de la disciplina positiva. Pues bien, no existe esta corriente educativa sin la psicóloga norteamericana Jane Nelsen (Utah, 1937).

Ella es el mayor referente internacional de esta corriente basada en el respeto mutuo y la crianza respetuosa. Su libro “Cómo educar con firmeza y cariño” (1981) es una obra clave para entender la disciplina positiva. Un Best Seller que se ha ido revisando y adaptando a las nuevas realidades a lo largo de todos estos años.

Nelsen no cree en los castigos ni reprimendas y pretende educar desde el respeto mutuo. Por ello sus enseñanzas no se quedan en el ámbito escolar si no también y sobre todo en el familiar. A lo largo de décadas ha demostrado que se puede ser firme siendo respetuoso y cariñoso al mismo tiempo.

Su principal objetivo es que los niños aprendan desde pequeñitos a colaborar y a ser disciplinados. Que se establezcan las normas y los límites siempre desde el respeto, el cariño pero con la firmeza necesaria. Para ello hay que establecer un vínculo emocional entre el adulto (maestro y sus figuras de apego) y el niño. Podríamos decir que uno de los pilares de la disciplina positiva es la conexión.

Insiste, además, en la necesidad de corregir comportamientos desde la empatía y el afecto. Alega que nunca una corrección debe tomarse como un rechazo directo al niño sino una intención de enmendar un error. Siempre hay en cuenta el contexto y los antecedentes ante una conducta determinada.

Este tipo de crianza respetuosa rechaza con contundencia herramientas punitivas como los castigos, gritos, azotes, amenazas y/ chantajes.

¿Cuáles son los principales fundamentos de la disciplina positiva?

Para poner en práctica este método es tan importante la comunicación que empleamos como crear un ambiente adecuado.

A continuación te damos una serie de claves para aplicar la disciplina positiva en casa:

  • Habla siempre con respeto y cariño
  • Mantén una comunicación positiva con el niño
  • No impongas, dialoga y negocia
  • Antes de corregir, conecta
  • Practica la escucha activa
  • Crea un clima de armonía
  • Involucra al pequeño en la toma de decisiones
  • Enseña responsabilidad y autocontrol
  • Fomenta su autonomía y libertad de expresión
  • Incentiva y refuerza las buenas conductas
  • Establece metas reales
disciplina-positiva

Técnicas de disciplina positiva

Lo más importante es que comprendamos su mundo, tengamos en cuenta sus necesidades y seamos capaces de ponernos en su lugar. Cada niño es diferente y hay que aceptar a cada uno como es. Como padres queremos lo mejor para él y estamos dispuestos a todo para sacar su mejor versión. Sin embargo, pretender que sea otra persona sólo conllevará frustración y dinamitará su autoestima.

Para que nuestros pequeños aprendan algo es posible que haya que repetirlo muchas veces antes de que lo entiendan e interioricen. De hecho, los niños aprenden mejor por repetición. Ten paciencia y repite todas las veces que sean necesarias.

Una buena herramienta para fomentar los hábitos es crear un cuadro de rutinas visual. Además, le servirá para anticipar lo que viene. Lo ideal es que conforme vayan creciendo puedas ir consensuando este cuadro de rutinas con él.

También hay que tener en cuenta que los niños predican con el ejemplo. Es decir: si tu eres respetuoso con él, él lo será contigo. De ahí que sea tan importante actuar y hablar siempre desde la empatía y el respeto mutuo. Eso no quiere decir que no tengamos que ser firmes en nuestras decisiones y poner los límites oportunos. Estos no deben de depender ni de nuestro estado de ánimo, ni de la cantidad de trabajo que tengamos no del adulto que le esté supervisando en eses momento. Los límites deben estar claros y respetarse.

Un buen ejercicio para aplicar la disciplina positiva es “desterrar” el “no” de nuestro vocabulario habitual. Los padres solemos tener siempre este adverbio de negación en la punta de la lengua: “no tires del pelo”, “no abras el grifo”. En lugar de eso muéstrale lo que sí puede hacer: “A mamá le gusta que la acaricies”, “podemos jugar con el piano si quieres”.

Otra técnica infalible es hacerles partícipes. Los pequeños se implican mucho más si sienten que se les escucha, que su opinión cuenta. Por tanto el adulto debe ofrecerle alternativas para que él pueda realizar elecciones. Un ejemplo: si le preguntas a tu hijo qué quiere cenar, lo más seguro es que te conteste que quiere pizza. En cambio si le das dos opciones saludables: verdura o sopa, elegirá la que más le apetezca en este momento. Fomentas la toma de decisión y su autonomía. Conforme vaya creciendo cada vez tendrá más poder de decisión.

En resumen, si quieres que tus pequeños aprendan desde el respeto, sean autónomos y tengan límites, la disciplina positiva te marcará el camino. Y recuerda que la clave de la felicidad de estos está en el afecto de sus padres.

¡Feliz crianza!